“yo comerte?! no nena, entendiste MAL” |
Parte1: “Veo gente… pitufando”
Desde pequeño, tuve pruebas fehacientes de que el mundo sobrenatural existe, y sirve solo para romper las pelotas. Todo comenzó una mañana en que un compañerito de prescolar nos contó a todos en el aula de esa “verídica historia real” en la que unos maliciosos pitufos torturaban a un grupo anónimo de gente. Si, estaban de moda los pitufos, si no decías “pitufar” al menos una vez cada media hora, no estabas en onda.
Imaginen mi sorpresa cuando al llegar a casa, descubro un pitufo tamaño “esta noche no dormis” que la oportuna de mi vieja me regalaba sin razón aparente. Era uno de esos enormes, llenos de telgopor, un completo misterio para mi mente limitada de niño susceptible.
Vivía por esas épocas en una casa chica, y mi cama estaba en la misma habitación que la heladera, la mesa para comer, y la ventana que daba… pa afuera.
La primer noche con el pitufo fue dura. En mi imaginación él proponía devorarme vivo. Yo no tenía intenciónes de prestarle a mi he-man ni aunque me costara la vida. La decisión lógica fue arrojarlo por la ventana.
Tontín, Pitufo, 30 x 8 reales, telgopor del bueno |
A la mañana siguiente, me despierta mi vieja para ir al colegio, y para mi total asombro, el pitufo estaba acostado a los pies de mi cama. Todo el día estuve en la escuela, meditando sobre las posibilidades de que un muñeco de telgopor me asesinara mientras dormía, y donde esconder el puto muñeco de he-man.
A la noche me armé de valor, esperé a estar solo con el amenazante individuo, lo agarré por atrás, y nuevamente lo tiré por la ventana (si el es insistente, yo tb, carajo). Demás está decir que cuando abrí los ojos lo tenía al lado, tapado y contento. El misterio aumentaba, así que opté por tomar medidas extremas. La noche siguiente estaba decidido, ni bien todos se fueron a dormir, apuñalé al muñeco por la espalda, y, herido de muerte, lo volví a tirar por la ventana. A ver si ese pitufo tiene los huevos de volver a la cama todo abierto.
Cuando mi vieja me despertó al otro día, no había pitufo. Todo lagañoso me regocijé pensando que ahora podía volver a mi vida normal, aprender a silvar, pegar un grupo de rock y volar. Mientras me aprestaba a partir al cole, lo vi. Sentado en la cocina, arriba de la mesa. Un poco más flaco, pero igual de amenazante. No aguanté más y confesé.
Yo: Mamá… el pitufo es inmortal. Y quiere matarme.
Mi vieja: Mirá, si todas las noches vas a tirar los juguetes al balcón, no te compro más una mierda.
Cuatro años de psicólogo me ayudaron a entender que aparentemente, mi vieja baldeaba el balcón antes de despertarme. Encontraba al pitufo y me lo devolvía, aún dormido. De todas maneras, cada vez que voy a la cama, escondo mi muñeco de he-man. Uno nunca sabe lo que puede tramar ese tipo.
Parte 2: Los pasos
Se que están garchando… |
Los fantasmas odian que yo tenga sexo. O eso me demostraron una noche, hace ya un par de años. Con motivo de la ausencia de mis viejos, invité a mi novia a pasar la noche en casa. Anduvimos en pelotas por la casa todo el día, y al caer el sol, nada mejor que un buen baño en la bañera gigante de mis señores padres. Con el agua a punto nos metimos, completamente relajados y con la tranquilidad de que ellos no regresarían hasta dentro de unos días. Mientras discutía con mi novia acerca de cuánto tiempo demoraría un viaje de acá a Júpiter en chango de supermercado, escucho como ALGUIEN sube por la escalera. Clavo mi vista en los ojos de ella, suplicando en silencio que sea mi imaginación, pero su cara de terror confirmó lo que yo estaba pensando.
Yo: Dios mío, mis viejos
Ella:Dios mío, tus viejos
Robin: Santas Habichuelas batman, sus viejos!
En un movimiento había salido de la bañera, me había secado las bolas con el pantalón y me estaba poniendo la bombacha de mi novia.
Ella: Que les decimos!? Dios, tus viejos!!!!!
En fracción de segundo, repasé 7000 excusas que explicaran por qué estabamos los dos en pelotas en su baño, con una botella de sidra y una caja de forros.
Ganó la número 325: “Los pitufos me obligaron a hacerlo”.
El lugar del incidente |
Salí del baño armado con un toallón, y decidido a morir dignamente. La idea era mirarlos a la cara y decirles con toda naturalidad: “Ah… ya llegaron?, esperen que se termine de vestir mi novia y el baño es todo suyo”. Me quedé helado. Los pasos que resonaban fuertes y seguros, habían cesado. Nadie en la escalera, nadie en la planta alta y nadie en la planta baja. Ahí estaba yo, empapado y en pelotas, completamente solo. Revisé toda la casa, obviando a mi novia que estaba tratando desesperadamente de secar la bañera a mano, no había nadie.
Repasamos el hecho sentados en mi cama, con todas las luces prendidas, la tele y la radio a todo lo que da, y con el corazón en la mano.
Ella: Pero… yo escuché pasos…
Yo: Tapemonos hasta la cabeza, siempre funciona.
Ella: Alguien estaba caminando por la escalera!
Yo (tapado): You are on your own.
Ella: ESCUCHE PASOS!
Yo (asomando un ojo): Qué posibilidades hay de que esta casa esté construida sobre un cementerio indio!?
Ella: No seas boludo
Yo (tapado por completo): Si ves algo azul que viene perdiendo telgopor… corré. Tuve una mala experiencia de chico.
Ella: Llevame a mi casa
Tras una ardua discusión sobre las posibilidades de que la escalera estuviera poseída, llevé a mi novia a su hogar. Cuando volví, aún era de noche. Con mi perro haciéndome la segunda, caminé por toda la casa buscando una explicación racional. No la encontré.
La respuesta la obtuve semanas después, durante una trasnochada con un amigo. Estabamos en el altillo, donde tengo la computadora, y los pasos aparecieron nuevamente.
60 litros de puro terror |
Después de varios minutos de miedo del bueno, descubrimos que los ruidos de pasos provenían de los taques de agua, ubicados en el mismo altillo. Al parecer, cuando cargan agua, convocan a un espíritu que baja las escaleras.
En fin, mis encuentros con lo paranormal no terminan acá. Pero estos dos hechos significativos que transcribí previamente hicieron que les dé menos bola. Sé que todo tiene una explicación coherente, o desaparece con el alba.
A todos los que les haya pasado algún evento de este estilo, les dirijo la recomendación más importante: NO LO CUENTEN. No saben el susto que me pegue a los 17 cuando abrí un cajón de mi pieza y lo encontré lleno de telgopor, obra del intelecto maléfico de mi hermana.
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