“… pero como decía mi amigo El Loco Joaco, con ese culo le comería toda la caca”.
Cerré el anotador y me acomodé las gafas. Mientras acercaba un vaso de agua fría a mis labios, una chica levantó la mano. Inmediatamente la siguieron dos chicos más. Luego seis. Miré a cada uno lentamente, de izquierda a derecha, salteandome al anteúltimo para que se pregunte por qué el resto del día. Seguí hablando.
“Me imagino que tienen muchas preguntas, así que voy a adelantarme y responderlas en ningún orden particular: El Gerente General de Mercado Libre no pudo venir a dar la charla de E-Marketing, así que vine yo. LIA es una página de humor sin fines de lucro, y yo soy su responsable. No, nunca es muy temprano para arrancar con un licor. Las gafas son 3D porque mi viejo siempre me dice que nunca considero la dimensión de las cosas. Claro, pueden irse en cualquier momento, pero calculo que tendrían que volver a clase o algo así. No, no sé donde están los profesores.”
Los estudiantes de la escuela secundaria que tengo en frente de mi depto se miraron. Algunos empezaron a charlar. Otros se pararon para irse. Un colorado de la fila 3 me tiró un avioncito. Me lo puso en la garcha. “¡Buena Colo!” gritó uno de la fila 5.
No tenía nada más para decir. La mayoría de las notas que había preparado terminaron siendo trozadas para armar filtros, por lo cual volví a pasar por la entrada del auditorio a los pocos minutos de haber entrado. Mientras me dirigía a la salida, sin embargo, algo llamó mi atención. La llamó por su nombre, y esta, que está acostumbrada que le digan “Dory” desde chica, se sorprendió, deteniendo mi andar.
En un clásico triángulo de charla, dos chicas le daban a la lata. Que significa “charlaban mucho”, pero aclaro porque hoy en día seguro que los borregos se falopean con betún, seradedió. Cuestión que había una tercera, porque dije triángulo después de todo. Una adorable muchacha de grandes ojos, con onduladas cascaditas de pelo, que escuchaba a sus amigas, moviendo la cabeza de lado a lado y disparando risitas de Tribilín que curiosamente le sentaban de lo mas bien. Pero el brillo de estos detalles, entendí inmediatamente, eran un producto de un lente ajeno. Lo busqué, y vi que a unos metros, un muchacho observaba a la niña. El cuerpo, entero, le suspiraba sin aire.
Reconocí esa expresión idiota en la cara, y esos ojos llenos de añoranza, como cuando Bicho habla conmigo y me mira los labios. Estos metejones los tuve muchas veces, pero hubo una, hace muchos años, que lo produjo una chica muy parecida a la joven colegiala. No pasó nada con la susodicha, ya que no tuve el coraje para hacer algo. Ahora, en frente mio, algo similar estaba por desenvolverse, pero con una diferencia clave: podía detenerlo. Podía cambiarlo. Bicho lo hubiese tomado como una oportunidad para cogerme una versión mas joven y estrecha de una vieja asignatura pendiente, pero mis resoluciones tienden a ser mas poéticas. Por eso cojo bastante menos que él.
Me acerqué al muchacho. Para ser una versión alternativa de mi joven ego, se veía bastante diferente.
“Hola Bucanero”, le dije, sin estar seguro de cual es la manera cool de decir capo o troesma hoy en día. “Vengo del futuro para asegurarme que vos y Rulos estén juntos”.
El joven se sacó los auriculares de los oídos. “que”
“Hola Trapecista”, le dije. “Vengo del futuro para asegurarme de que Bucles y vos estén juntos”
El joven pestañeó los ojos un par de veces como tratando de hacerme menos estúpido. “que”
Lo miré a los ojos, ya que venía hablándole a la nariz hasta el momento, y con seguridad le dije: “La chica esa. Te encanta. La amás. Te la querés garchar de lo lindo, sí, pero después querés que te cuente cosas.”
“que chica de que hablas” me preguntó, haciéndose el boludo.
“Esa” contesté, señalando a la piba con la mano donde usaba el guante de estadio de football. Lo tenía puesto desde la charla. Era para ilustrar un punto.
El joven se acaloró y me bajó el brazo de un tirón, como si hubiese estado a punto de hacer el saludo nazi en una sinagoga. “que haces forro se va a dar cuenta” me dijo en voz baja, que ni hablando podía meter algún signo de interrogación o una coma, la gran puta. El carmesí de sus mejillas lo había traicionado, y él lo sabía.
“Todo bien” empecé, mientras me sacaba el guante. “No nos vio. Y creo que con mi ayuda, esa chica puede ser tuya.”
“no necesito la ayuda de nadie muñeco”, me dijo desafiante. “ademas de donde saliste quien sos”
“Yo soy el Lupo de la gente. Vine a dar una charla pero te vi mirando a la piba esta, y me pareció que te podía dar una mano.” Al decir esto último, le entregué el guante. Lo miré. Me miró. Sonreí. Me escupió. Le puse un cortito en las costillas. Me acerqué, ya que no quería que todos escuchen mi secreto. “Más allá del chiste fácil de recién, tenés que entender que así como me ves, soy un experto en los misterios del amor”.
“jodeme” me dijo el mocoso tosiendo, mas preocupado en desacreditar mi confesión que en contestarme el golpe.
“Posta”, aseguré. “Tengo una página, lo que ustedes entienden como blog, donde escribo giladas que hacen reir a las chicas y después invento cualquier cosa de mi y se creen todo. Mandan mail con foto, no se puede creer. Si no fuese por internet, ya le hubiera regalado la chota a algún amigo que la sepa usar.”
El pibe pareció creer mi argumento. La tenía adentro.
“Además, si te soy sincero, yo hace muchos años me enamoré de una chica muy parecida a esta. Así que si te ayudo y ganás, es como que indirectamente cambio el destino de esa historia pasada.”
“no no es para nada asi chabon”, sentenció el pendejo.
“Mirá”, arranqué. “Te dejo mi tarjeta. Cualquier cosa me avisás y yo te banco. Vos terminás con la chica de tus sueños, y yo vivo a través tuyo porque mi vida ya la cagué.” Le hice entrega de mi tarjeta, que reza: “Andrés “Lupine Wolf” Olivera: Emprendedor del carajo”, y me dí media vuelta. De alguna manera terminé frente a una pared, así que para disimular la apoyé por un rato. Vinieron unos pibes de otra división que me vieron cuando le pegué al pibe, y me sacaron a patadas en el orto.
——
Unos días mas tarde, chequeé mi casilla de correo electrónico de correo. Tenía un mail nuevo, de un tal Leandro Simone. El pibe de la otra vez. Quedamos en juntarnos a unas cuadras del colegio, en un café. Leandro llevaba una hora esperando cuando llegué.
“que paso loco hace mil horas toy aca” me dijo cuando me senté.
Me tomé del entrecejo. “Antes que nada, ¿te jode si al menos en mi cabeza, le agrego conectores y signos a lo que decís?”
“¿Qué?”
“Nada, ya arranqué así que todo bien.” Le pedí al mozo dos cortados bien cargados. Leandro se pidió una coca. “Bueno, contame”, le pedí, mientras armaba un fuerte con los paquetitos de azucar.
Leandro tomó aire y empezó a contar. “Me está volviendo loco. La veo en todos los recreos, en Facebook cuando llego a casa, en las fiestas de cada finde, y no se, a veces me mira, que se yo, pero no se, ¿sabés?”
“Perfectamente”, aseguré. “¿Como se llama?”
“Rita” contestó. Un espasmo atravesó la parte superior de mi cuerpo, haciendo volar el fuerte de paquetitos hacia varias direcciones.
El joven levantó ambas cejas en sorpresa. “No me digas que la piba que te gustaba a vos se llamaba Rita también”
“¿Eh? No, para nada.”
“¿Y por que saltaste así?”
“¿No viste? ¡Explotó el fuerte man! Estos zurdos de mierda…” Comencé a buscar entre los paquetes si quedaba algún sobreviviente, pero era inutil. El pibe comenzó a pararse, pero llegaron los cafés y la coca. Suspiró, y volvió a acomodarse en la silla.
“Mirá”, le dije. “Yo sé como te sentís, así que hagamos foco en lo importante. Para ganarte a Rita, vas a tener que pasar 3 pruebas.”
Leandro empezó a pararse de nuevo, pero lo tomé del brazo antes que pudiera alejarse.
“Primero, La Sorpresa. Tenés que entrar en su mundo, y si ya lo hiciste, hacer que te note dentro del mismo. ” Saqué una carta de tarot y la apoyé sobre el centro de la mesa. Podía no ser de tarot.
“Eso es un 12 de espadas” observó el pibe.
“El Guapo”, instruí. “El Guapo te salva partidas. No necesita ser un As, pero tampoco es un 6 de bastos que te los querés meter de a uno en el orto.”
“Todos tenemos un Guapo. Algunos lo tienen a flor de piel, como los que son lindos y lo saben. Pero otros gozan de una sensibilidad que les permite conectar con el otro, de maneras que este último no entiende, hasta que ya es tarde y estás creciendo dentro suyo. Como un gusano intestinal”. Me detuve al considerar que mi ejemplo no era el más feliz.
“Yo no soy ninguno de esos dos.” dijo Leandro, un poco cabizbajo.
“…creciendo dentro suyo… como una chota!” descubrí contento. “¿Que decías?”
“Que soy… normal, que se yo. ¿Si no soy lindo ni un capo con las minas que hago?”
“¿Tocás un instrumento?”
“No.”
“¿Tenés acceso, por familia o por dinero, a experiencias para compartir que puedan sorprender o divertir?”
“Mi abuelo maneja una calesita”
“A los 26 puede ser una cita atípica y nostálgica, así que recordalo en 10 años y la ponés. Pero ahora vas a quedar como un boludo.” Me puse a pensar detenídamente. Hice caras de pensar y todo.
“¡Ya se!” declaré de repente. “Dame la chapita de tu coca”.
Leandro dudó por un momento, pero se mostró entusiasmado de ayudarme. La esperanza de un amor todo lo puede. Hizo entrega de la chapita y, sin perder un momento, la instalé en el fuerte para que haga las veces de antena. Luego activé la seguridad satelital para impedir nuevos ataques rebeldes. Leandro puso una cara rara, como si estuviese conteniéndose para no cagarme a trompadas, o largarse a llorar. Quizas ambas a la vez. En retrospectiva, acababa de regalarle al joven un pequeño adelanto de esa mezcla de impotencia y bronca que sentiría en su adultez, al contratar empresas de telefonía celular o cable.
Dejé el fuerte en paz por un momento, no sin antes designar un par de tenientes hechos de tostaditas.
“Andá a tu casa. Pensá en el camino, todas las cosas que te hacen querible. A tu familia, a tus amigos, incluso a otras minas. Luego pensá en todas las cosas en las que sos bueno, en general. Armá una lista si querés. Cuando tengas todas esas cosas en frente, fijate cuales tienen algo en común con Rita. Buscá una relación, una conexión, y explotala.”
Tomé un sorbo de café. Luego lo mismo pero con la otra taza.
“En cuanto a como conocer los intereses de Rita, bueno, eso solo lo podés hacer charlando con ella.”
“Le reviso el Facebook todo el tiempo.”
“Eso es lo opuesto a lo que acabo de sugerir. Me gusta. Dale nomas. Hace eso y nos vemos mañana a esta hora en el bar de en frente”, dije mientras me paraba
———
A la hora señalada, Leandro volvió a la seguridad de mi consejo. Se sentó frente a mí, sin saludar, y me dijo sonriente: “Bueno, me dí cuenta que a los dos nos encanta la misma música, los mismos programas de tele y las mismas películas”
“Como a la gran mayoría de la demográfica que representás”, contesté. Su sonrisa disminuyó en intensidad. “Pero no te aflijas”, continué. “También le gusta un artista nuevo de la escena musical latina. Se llama Kid Ojete. Toca en un bar de Palermo este fin de semana, y tengo dos entradas.”
“¿Como sabés eso?” preguntó Leandro extrañado.
“Yo también le revisé su Facebook. No fue difícil, es la única Rita que figura como estudiante de ese colegio. De hecho la agregué a mi friendlist”
Leandro me miró con cierto asco. “¿No tenés como 40 vos? ¿Que hacés agregando a una pendeja de 16?”
“Bueno, según Facebook tenemos 23 amigas en común” dije sorbiendo mi gancia. “Y tengo 29 primaveras, jovencito. Pero mis indecencias no vienen al caso. Invitala a ver este show, hace poco le dijo a una amiga que quiere ir pero no consiguió entradas, así que te va a decir que sí.”
“¿Cómo sabés eso?”
“Le revisé los mails. No fue difícil, su dirección figura en facebook, y usa siempre el mismo password.”
“¿Y el pass cómo lo sabés?”
“Le revisé su diario personal. No fue difícil, lo tiene en el primer cajón de su escritorio”
“Man y eso cómo…”
“Le revisé la habitación. No fue difícil, la…”
Me detuve a mitad de la oración. Había quedado con la boca abierta, pero me jugué a que no se note mucho. Leandro se quedó esperando a que terminara la frase. Luego de aceptar que no podía zafar, continué. “Mirá, cada uno tiene sus metodos. No puedo hablar mucho de los míos. Tengo gente que me anda buscando” le dije, y tomé el último trago de mi vaso.
Leandro hizo una mueca despectiva y preguntó “¿Quien? ¿La KGB?”
Escupí el gancia. Hice todo lo posible para que todas las gotas le peguen. “¿Como sabés? ¿Qué me revisaste?” le pregunté desesperado. Luego agregué, compungido, “¿Fue difícil?”.
Leandro parecía más sorprendido que yo. “No me tomes de boludo. ¿Por qué te irían a buscar los rusos?”
“No, los rusos desde Varsovia que no joden. Los que me buscan son los de Karting Gran Bretaña. Les alquilé uno por una semana y les rebotó el cheque. Al final ni lo usé, nunca conseguí el oso panda”
Leandro había aprendido a esta altura a simplemente callar y esperar a que se me pase lo pelotudo.
Luego de unos minutos de silenciosa contemplación mutua, y algún que otro sorbo de nuestras bebidas, recordé de lo que hablábamos.
“Tomá las entradas. Esa noche no te puedo ayudar porque a esa hora voy a estar en el zoológico. Pasate por casa el lunes después del colegio y me contás. La dirección está en mi tarjeta. Suerte.” Cuando me paraba, Leandro intentó decirme algo pero le puse un índice en los labios y le susurré “No digas más nada”. Mientras el pibe se pasaba servilletas de papel por los labios en una muestra de clara exageración, pasé por la caja y le dije al hombre “Te pido la cuenta, yo me voy yendo pero te paga el muchacho”.
Pasó el fin de semana y el lunes, tal como esperaba, Leandro vino a casa. Me saludó y antes de empezar a hablar lanzó un ojo escrutiñador hacía mí. Me miró, no es que me arrojó un globo ocular. Desde que pusimos estos módulos de lectura de pensamiento en LIA me la tengo que pasar aclarando cosas básicas. Quizás si leyeran más… pero me desvío. Cuestión que me re-miró el pibe, y luego preguntó “Estás fumado?”
“Uy loco la puta madre” arranqué enojado. “Será posible que uno hace un update sobre la mandanga, de onda, y ahora cada vez que salgo a comprar bizcochos me gritan ahí va Lupine, el Fumón?”
“Man estás fumando ahora mismo” me dijo, señalando la tuca que me llevaba a los labios.
“Ah ¿lo decías por esto?” le pregunté tosiendo. “Todo bien. Contame.”
Leandro sonrió. “La pasamos bárbaro. El chabón se cantó todo, y un par de veces nos tiró chistes a nosotros dos, como si nos conociera. Rita estaba fascinada”
“Que grande”, dije con una expresión triunfal. “Antes del recital lo llamé y le pedí que te haga quedar bien. Hace mucho lo conozco, desde que era Baby Poto. Pero contame más”.
El joven me narró toda su noche con lujo de detalles, los cuales ignoré porque estaba re colgado mirando una mosca que se frotaba las patitas y parecía que estaba tramando algo. No sé como no me cagué de risa. Cuestión que en algún momento volví a escucharlo, justo cuando terminaba, y ya se la estaba transando.
Esta información capturó mi interés “Ah pará pará. ¿Te la comiste?”
“Obvio”, me contestó canchero. En toda situación similar yo siempre me comí los mocos por cagón y pensando que lo hacía por cauteloso.
“Ah” sentencié cabisbajo. “Yo pensé que todavía faltaban un par de salidas más… de hecho ni pasaste por las otras dos pruebas” y diciendo esto, me senté en el sofá, derrotado.
Leandro me dio un momento y luego agregó: “Este finde me la cojo, seguro. La dejé re caliente.”
Lo miré un rato. Este pendejo de mierda que se mariconeaba una semana atras, ahora se hacía el pija con galera. En fín, al menos había logrado mi cometido, pero no me sentía mejor. Todo lo contrario, dado que aparentemente si yo hubiese actuado así, otra hubiese sido la historia con la mina que se me escapó. Lo miré.
“Bueno, veo que va todo bien, pero enamorar requiere ciertas ot-”
Leandro me interrumpió: “Pará, gato, ¿quien habló de amor?”
Bajé la cabeza y pensé: ¿Gato? ¿Cómo gato? ¿Es un insulto o un cumplido? Loco en San Isidro era más fácil, eramos todos penes y ya.
“Yo me la quiero garchar, te dije que me vuelve loco, de leche, pero nada mas”.
Quedé aturdido por 3 turnos. “Loco de leche…” repetí en voz baja y con la mirada perdida.
Yo estaba invirtiendo tiempo en esta cruzada gustoso, mas que nada por creerla reflejo de mi antigua ilusión amorosa. En cambio, acá no había poesía, acá solo había un pajero. Y como toda mi adolescencia reprimí esa imagen, naturalmente Leandro me cayó mal instantaneamente.
Me paré, preguntando: “¿Cuando la volvés a ver?”
“Capaz está a la salida del colegio todavía, a veces se cuelga hablando pelotudeces con las amigas.”
“Vamos” le dije determinante.
“A buscarla?”
“¿Qué? Tas loco. Vamos a comprar bizcochos.”
Salimos por la puerta, ya que sería muy incómodo salir por otro lado, y encaramos hacia el supermercado chino. A los pocos metros notamos que frente nuestro venía Rita, que no tardó en reconocer a Leandro. “Ey Lean!” gritó, levantando una mano. Del otro lado de la calle, un tipo levantó la mano también, pero gritó “Ey, ¡el drogadicto de Lupine!”. Me tapé la cara.
Leandro saludó a Rita con flor de chupón, palmeandole el culo en el proceso, recibiendo un “ay que tarado” sonriente de Rita. La ví distinta. Quizas había perdido algo de inocencia, pero no, algo más era distinto. Su belleza se filtraba por ojos ajenos, supe notar como la primera vez, y busqué en la multitud el origen del prisma. Ahí lo ví. Un muchacho de anteojos, con cierta redondez en su contorno y una predilección por el negro en su vestir. Me recordaba en cierta forma a mí cuando joven. No notó que lo estaba mirando. Su atención era exclusiva a Rita y Leandro, que tranzaban en el medio de la calle con el entusiasmo de dos cachorritos que se tropezaron con el platito de leche. Decidí acercarme.
“¿Como va, Taburete?” le dije al pibe. Éste se sobresaltó y luego de mirarme un rato, contestó: “¿Lupine, el de la charla?”
Me sorpendí. “¡Te acordaste! Veo que causó cierta impresión en vos.”
“Llegué tarde, escuché solo la parte sobre las pelirrojas… que por un tema de sensibilidad a los rayos UV no pueden estar mucho al sol…”
“…y que no se les puede dar de comer después de la medianoche, sep. Una lástima que te perdiste todo lo anterior sobre los albinos y la sal fina, pero ya daré otra. ¿Como te llamás?”
“Adrián” respondió Adrián, que se llamaba Adrián, saludándome de un apretón como un gentilhombre. Me cayó bien. Quizas le hacía falta una mano. Bah, seguramente una mano es todo lo que conocia, y si alguien se iba a voltear a Rita, preferí que sea este pibe.
“Mirá, me doy cuenta como mirás a esos dos. Y sé lo que pensás. Te calienta tanto esa hija de puta que tenés las bolas como un pitufo”
“¿Como sabés?” me preguntó Adrián sorprendido.
“Alguna vez tuve tu edad, y me pasó mucho. Y también me pasó esto mismo con una chica muy parecida a Rita (sí, la conozco), así que si te ayudo a pasteurizarla, es como que de alguna manera me la cogí en el pasado. En un universo paralelo o algo así. En Lost ves cosas más raras y no decís nada.”
Adrián se me quedó mirando con la boca semi-abierta, una reacción que recibo muy a menudo cuando hablo pelotudeces. Finalmente la cerró, para abrirla luego al preguntarme “¡¿Como hiciste para hablar entre paréntesis?!”
“Ah” dije sonriente, “Eso es porque soy un DJ del Idioma.”
Adrián consideró esto por un momento, luego levantó una ceja y me dijo desafiante “DJ es Disc Jockey. En inglés. Si la tuvieses tan clara no usarías un extranjerismo para…”
No pudo terminar porque un golpe a la cara me sacó de la charla. Mientras me agarraba la cabeza a las reputeadas, creí ver una camioneta con un logo familiar pasando a toda velocidad. ¿Lo imaginé, por fumón? En el momento solo podía pensar que la KGB finalmente me había encontrado. Y con lo grande que es Capital, me encontraron en la puerta de mi casa. Estos seguro que fueron a la escuela de detectives.
Lo cierto fue que había recibido un pelotazo a la cara, realidad que se hizo presente al procesar el sonido de la pelota rebotando, como también algunas falsas disculpas entre risas. Alguien gritó “Buena Colo!”. Me incorporé. No queriendo que recuerde de lo que hablábamos, me acerqué a Adrián y le dije: “Mirá, venite pasado mañana al café de la esquina después del colegio y lo charlamos. Y por ese que se está comiendo a Rita olvidate. Mañana ya no salen.”
Me dí vuelta y empecé a caminar, sin mirar atrás. Adrián me trató de hacer preguntas pero no me dí vuelta porque me sentía supercool con mi salida y ya me había puesto a escuchar una cancioncita badass en mi mente. Cuando llegué a casa no me costó mucho encontrar en Internet que Rita tenía un hermano, y éste un blog de fútbol. Rita comentaba en todos y estaba de acuerdo con el hermano siempre. Quini.
Le mandé un mensaje a Leandro:
-Che Manivela, vos que sos fana del barcelona, preguntale a Rita mañana sobre “La mentira Messi”
Al otro día dejaron de dirigirse la palabra.
La lluvia golpeaba contra las ventanas del café. Adrián se pidió un submarino, yo para hacerme el loco me pedí un zeppelin y me trajeron un pastel de carne que se parecía a Robert Plant. La tienen muy clara en este lugar. Nos pusimos a charlar.
“Bueno” arranqué, mientras abría el anotador y apoyaba la punta de la birome sobre la hoja. “¿Que tanto la conocés a Rita?”
“Somos amigos desde la primaria” suspiró Adrián. “Sé todo de ella”
Cerré el anotador. “No necesito saber más. Sos el clásico amigo que fue friendzoneado”.
Adrián intentó negarlo, pero se dió cuenta a tiempo que era inutil. Continué.
“¿Sabés de quien es la culpa? Tuya.”
“¿Por?”
“Porque cuando cruzaron el umbral de la pubertad, vos cambiaste. Te surgieron necesidades. Además de caerte bien, te empezó a calentar. Y al hacer todo lo posible para demostrarle que eras el mismo de siempre, el amigo con el que siempre puede contar, le negaste poder descubrir el hombre que hay detrás de ese maraca”.
Adrián arrancó a decir “Yo no soy ningún…” pero saqué de mi morral una maraca y la batí frente suyo. Mis ojos clavados en los suyos, los suyos en la maraca.
“Que estás…”
“SHKSHKSHKSHK” esputó el instrumento, y con la misma rapidez, calló.
Sin dejar de sostenerla frente a sus ojos, le dije:
“Yo sé que te preocupa. Querés hacer una movida, pero no querés perder la amistad. No querés arruinar la imagen de tipo decente, confiable, sensible, caballero, que le pintaste a esta mina toda la vida. No querés que piense que sos un tipo mas. Pero ¿sabés qué? Primero que lo mas probable, es que al año de dejar el colegio no la veas mas, y no la vas a extrañar, porque vas a hacerte nuevas amigas.”
“Pero no q”
“SHKSHKSHKSHK”
“…”
“Y ponele que querés mantener esta amistad todo lo que puedas. Te estás olvidando que ella también pasó por los mismos cambios. Que te la quieras garchar, que le hagas notar que te calienta, no te quita lo caballero, ni lo sensible. Solo demuestra que te bajaron los huevos, y que es ella quien te los hace aplaudir. Yo sé que no querés ser un pajero desagradable como el resto de los boludos de tu edad. Pero si ya sabés quien sos, que tenés para ofrecer, como querés manejarte, nunca vas a ser uno de esos pajeros. Vas a ser vos, Adrián, el chico sensible, pero también serás…”
Con la otra mano, corrí la maraca hacia un costado.
“… el hombre detrás del maraca”
Nos quedamos en silencio por lo que parecieron segundos. Finalmente Adrián se paró y se fue.
AL DÍA SIGUIENTE decidí arrancar con las primeras tres palabras en mayúsculas. Hice algunos trámites por el barrio, pero me aseguré de pasar por el colegio y darle a un flaquito 5 pesos a cambio de llevarle una carta a Adrián. Repetí este asunto dos veces, dejandole una carta por día. La primera decía “Vos no sos venezolano? Me dio la impresión que conocés MARACAIBO. La segunda decía “Seguiste las últimas elecciones en USA? Yo apoyé a MARAC OBAMA”. La tercera decía “¿Sabés cuantos actores hicieron de James Bond? Barry Nelson, Roger Moore, David Niven, Timothy Dalton, Sean Connery, Pierce Brosnan y Daniel Craig. Sos un maraca.”
El jueves no hubo carta ni otro tipo de contacto. Ah, pero le pedí a un bully que le meta una maraca en el orto. Le tiré 10 mangos.
El viernes, a la salida del colegio, Adrián fue directo hacia el bar, buscándome. Me encontró en una de las mesas de afuera. Me saludó con la mano. Venía sonriendo desde que salió del colegio.
“¿Como va, Cosmonauta?”
“Man… ¡el domingo voy a la casa de Rita a ayudarla con la prueba de inglés del próximo lunes!”
“Buena men” le dije mientras levantaba la mano para un high-five, que Adrián erró ligeramente, haciendo un ruido patético que nos deshonró a ambos. “¿Como pasó?”
“Nada, me pidió ayuda, y le iba a decir que después de clase la ayudaba con algunos ejercicios… pero también pensé que era la excusa ideal para verla sola en casa, y bueh, la verdad que no me quería bancar mas papelitos. Y lo de la maraca en el culo estuvo de mas”. Seguía parado.
“¿Posta lo hizo?”
“No me la metió -en- el culo, me colgó de los ganchos del patio y me la mandó en la raya como si fuera una birome.”
“Ah, tranca. Bueno, este domingo la ponés. O te la comés al menos.”
“Je, no sé, ojalá, dep-”
“Depende de ésta, de hecho, depende de aquella” le dije señalándole la entrepierna.
“¿Pero te pensás que es tan fácil?”
“TE JURO que el domingo me planto en la puerta de la casa con una banda de mariachis que EXCLUSIVAMENTE…”
“No, basta de maracas por favor en serio”
“Ok”
Me calmé y tomé mi cafecito. Era simplemente un café, negro. No estoy todo el tiempo drogado con algo, Ma :/
“Por otro lado, ¿la tenés muy clara con Inglés que te preguntó a vos?” le pregunté, con una mueca picarona. Sutil, pero presente.
“Ese es el tema” arrancó Adrián mientras se sentaba, medio de coté. “Nunca me pidió ayuda, es demasiado orgullosa, solo lo hace… bueh, cuando le conviene… no soy el único que le va bien en inglés, pero me pidió a mí, es como si…”
Completé la frase. “…como si alguien le hubiese implantado la idea?”
Adrián sonrió. “Es buenísima esa peli”
“¿Que peli? Le mandé por mensaje de texto que te pregunte a vos.”
“¿Así de la nada?¿Y como tenés-”
“No, ya veníamos charlando de antes y pintó el tema de la prueba.”
“¿C-… Como que estaban charlando?”
“Tranquilo champ, ella cree que habla con su mejor amiga. Le cambié el número en su celular por uno descartable que le compré a un pibe en Once que me aseguró estaba fresquito“.
“P.. per-”
“Sí, ya sé, para que no se den cuenta cuando charlan en el colegio le cambié a la amiga el número del celu de Rita para que lo reciba yo también. Cuando se mandan mensajes entre ellas, los recibo yo, los vuelvo a escribir y se los mando. A veces cambio ligeramente lo que se cuentan. Les recomendé una página de humor.”
Adrián se veía bastante tonto con la boca abierta.
“A todo esto, yo entiendo que te la querés cojer y todo, pero… esta mina es muy boluda eh”
El pibe cerró la boca y se calentó como tapa de olla, olvidando por completo de preguntarme sobre la logística del asunto.
“¿De que hablás?” me preguntó, no sabiendo bien si ofenderse o pedir detalles.
“No te puedo explicar las boludeces que habla con la amiga”
“Todos hablamos boludeces”
“Nono, pero boludeces mal”
Adrián se acercó a la mesa, hablándome mas bajo pero gritando sin que otros se enteren.
“¿Por qué no te vas a cagar?¿Quien te pensás que sos para hablar así de alguien que ni debés entender? No sabés nada de ella, ¡Nada!”
“Ah pero…” arranqué, con la guardia baja. “estás enamorado”
“Lo que me pase a mí no tiene nada que ver con como es ella”
“Enamorado mal”
Adrián calló. Nos rendimos a una silenciosa contemplación mutua, quizas viendonos un poco en el otro. Él veía en mí la empatía de quien supo perseguir una ilusión. Yo me veía en él en sus gafas.
“Bueno. ¿Sabés qué? Para mí no te conviene ni en pedo, no te conozco y pienso olvidarte dentro de 15 días o cuando las drogas surtan efecto, pero me parece que sos un pibe copado que estaría bien con otra mina piola. Pero no la conozco, vos sabrás, y de última, te darás cuenta solo si es así. Yo te voy a ayudar con esta mina.”
El mocoso puso una mueca de sorna que se la podría haber guardado en el bolsillo, mirá.
“¿Que te hace pensar que necesito ayuda?”
“Que estoy seguro que estás enamorado hace rato y si supieses que hacer ya lo hubieses hecho.”
Adrián amagó a decir algo, pero yo estaba suspirando ruidos de tribuna en festejo mientras lo miraba a los ojos.
“Ok, ayudame” me dijo derrotado. “¿Como vas a hacer?”
Me senté derecho, y tras una breve pausa, le pregunté:
“¿Viste alguna peli de los 80s que involucre Walkie-Talkies?”
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