Muchas gracias por su dedicatoria para conmigo, hermano uruguayo. Su afecto es tan grande que parece que excede el departamento de Canelones.
Y si volví -o algo similar- es porque también extrañaba, más allá de que obviamente necesitaba evadir responsabilidades por un rato.
Cordialmente,
Paulo Garcés,
el carbonero encubierto.